sábado, 22 de agosto de 2015

EL DAVID DE MIGUEL ANGEL.


EGO SUM


Florencia es la madre de los estetas, de eso no creo que haya ninguna duda. La acumulación de tanta belleza puede llegar a ser insoportable para los sentidos. Es el llamado síndrome de Stendhal.

Si usted ha estado en Florencia y por su bien espero que si, seguro que lo ha experimentado en mayor o menor medida.
Avekrénides y su inseparable Nikon acaban de volver de pasar unos días en la Toscana, esa fabulosa región de Italia hace que me vuelva a reconciliar con el ser humano y me olvide de toda su podredumbre.


Si a usted el arte no le dice nada, pues mejor que no se acerque por ahí. Si su caso es lo contrario y decide acercarse a Florencia le aconsejo que empiece por visitar la Academia.

La Academia es un palacio renacentista transformado hoy en día en Museo y que cobija una de las mejores obras de arte de todos los tiempos. El famoso David de Michelangelo Buonarroti, Miguel Angel.

La entrada viene a costar unos 12,50 euros y se puede conseguir por Internet, cosa que le aconsejo porque se evitarán la inevitable cola que según cuando vayan puede ser de varias horas.


Me sorprendió que en esta ocasión los de seguridad dejaran hacer fotos, sin flash, porque la última vez que había estado casi me detienen por hacer una mísera foto.
Así que por supuesto aproveché el tiempo e intenté capturar las mejores imágenes.

Cuando estás debajo de esta escultura te das cuenta de inmediato de que Miguel Angel, nos ha devuelto la esencia clásica, aquello que perdimos con las invasiones bárbaras y que los europeos tardamos 1.000 años en recuperar, esto es el Renacimiento y no podía darse en otro sitio que no fuera Italia.



Michelangelo Buonarroti.
Miguel Angel era un genio que sabía que era un genio y por ello cobraba muy caro su trabajo. En vida era admirado por casi todo el mundo y envidiado por sus enemigos.

En 1501, volvió a Florencia después de toda la etapa de Savonarola en el poder.
Recibió este encargo de Piero Soderini, un rico noble florentino. Para el trabajo se le concedió un viejo trozo de mármol abandonado.

Miguel Angel tardó 2 años y medio en esculpir este David. No lo dejó ver a nadie antes de mostrarlo en público.
Cuando lo hizo, el asombro fue tal que las altas magistraturas de Florencia decidieron colocarlo en la Plaza de la Siñoría.
Allí estuvo hasta 1873 año en el que se decidió trasladarlo a la Academia y preservarlo del desgaste. En su lugar en la Señoría se colocó una copia.




El David nos sigue asombrando, como a millones de personas que todos los años pasan por delante de él.
Es el triunfo de la belleza sobre la oscuridad, el triunfo de lo débil frente a la fuerza.
Es un buen comienzo para visitar Florencia, el mejor diría yo.




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